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Stranger Things vuelve a acertar con su nostalgia ochentera

Podría argumentarse que Stranger Things de Netflix es, en espíritu, como una secuela de E. T., una mescolanza de ciencia ficción spielberguiana mezclada con motivos del horror ochentero. Y, como E. T., parecía no necesitar una secuela. Pero ya está aquí la segunda temporada.






Stranger Things vuelve a acertar con su nostalgia ochentera

Lo bueno es que Stranger Things 2 –así se llama, como si fuera una película en vez de una temporada de televisión– no hace daño, no socava el espíritu de la primera. ¿Pero es realmente más “extraña”? Más que nada es disfrutablemente familiar.

La primera temporada, ambientada en 1983, fue una sorpresa encantadora porque era más que la suma de todas las referencias.

Sí, tenía a niños que jugaban Calabozos y Dragones (o D&D) y andaban en bici, que rescatan a su amigo Will Byers (Noah Schnapp) del “Mundo del Revés”, una dimensión paralela llena de monstruos. Sí, había un ser de tamaño pequeño pero poderes inmensos y misteriosos: la telepática Eleven (Millie Bobby Brown). Y, sí, en el elenco estaban aquellas estrellas de los años 80 y 90 como Matthew Modine y Winona Ryder (como la madre angustiada de Will, Joyce).

Pero se sentía como algo con vida propia; la fantasía era aceptada como si ya fuera verídica –con los niños enfrentándose a una realidad más aterradora que la de Calabozos y Dragones– y los sustos eran de película palomera. Era un mundo desarrollado y no solo una representación o idea de 1983 como se lo imaginarían los fanáticos del cine en 2016. (Es un logro destacable, ya que los creadores, Matt y Ross Duffer, nacieron en 1984).



A continuación leerán ​spoilers​ o detalles que revelan la trama, leer con precaución.

La nueva temporada, que se estrenó el 27 de octubre, empieza justo después del Halloween de 1984 y pasa buena parte de la primera mitad recreando versiones distintas de los conflictos de la primera. Will está de regreso, pero lo atormentan visiones del Mundo del Revés que, como sugiere la escena que cierra la primera temporada, todavía parece tenerlo atrapado.

Los amigos con los que Will juega D&D –Mike (Finn Wolfhard), Lucas (Caleb McLaughlin) y Dustin (Gaten Matarazzo)– se hacen amigos de otra nueva chica cool, Max (Sadie Sink), y enfrentan a una nueva amenaza extradimensional. La mayor fortaleza de la nueva temporada es cómo lidia con el trauma de Will. Es un niño algo frágil que sobrevivió una experiencia horripilante y Noah Schnapp, que ahora aparece más, realmente no deja que lo olvides. Su sentimiento constante de no sentirse a salvo en su propio cuerpo es probablemente lo que más miedo da de la serie. El rol de Ryder es algo reducido en comparación a la primera temporada, pero su temor de perder a su hijo –otra vez– es igual de convincente.

Pese a que fue un éxito sorpresivo en su inicio, Stranger Things 2 en buena medida evita quedarse atorado en cuanto a elementos que fueron muy comentados. La muerte de Barb (Shannon Purser), quien se volvió toda una sensación en redes, sí tiene repercusiones que son cimentadas por medio de la historia y de los personajes, ya que preocupan a los personajes adolescentes durante buena parte de la temporada.

Y aunque podría parecer frustrante el que Eleven esté alejada de la acción, hay que darle crédito a los Duffer de resistirse a la tentación de volver el programa entero, gracias a esa mirada cautivadora de Brown, en “El programa de Eleven”.



Con nueve episodios todo se mueve a buen ritmo y logra esa mezcla idónea del romance y el terror ochenteros. Puede que sean los caramelos de Halloween del año pasado, con otro empaque. Pero eso no significa que no sean dulces.




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